Publicada en 1981, esta obra destaca como una de las más cercanas al campesinado norteño español. Una representación sencilla y profunda al mismo tiempo que se fija en las personas hostigadas por la parte alta de la sociedad y les da voz.
En un terreno al norte de España esta novela representa los estereotipos de campesinos nobles y pobres de forma inesperadamente conmovedora, llena de profundidad y detalles. “Los santos inocentes” de Miguel Delibes nos habla de las tributaciones de una familia humilde, de los desarraigados marginados a la sombra de un gran cortijo de una marquesa y su familia durante la década de 1960. Estos trabajadores son conscientes de la crueldad y el desprecio que sufren por parte de los señores pertenecientes a la alta la sociedad.
Además de dejar de forma patente la prepotencia y superioridad con la que son tratados los campesinos, Miguel Delibes se ocupa de captar tanto la cara desagradable como la positiva de la vida tan distinta que tenían los campesinos hace no tantos años. Un esfuerzo notable que se deja ver en la cercanía que tienen algunos personajes a los animales, con los que conviven prácticamente en una situación de igualdad y, sobre todo, a la tierra.
He de confesar que cuando me leí este libro por vez primera (bajo mandato imperioso de mi profesor de Lengua Castellana y Literatura) no tenía las expectativas muy altas y, en cuanto empecé a hojearlo, no pude parar hasta terminarlo. Después de ello descubrí que había una adaptación cinematográfica que, además, se convirtió en una de mis películas favoritas.
Una versión que respeta fielmente la obra original
En 1984, tres años después de la publicación del libro, Mario Camus llevó a la pantalla esta obra maestra de la literatura española con la ayuda del propio Delibes y un reparto inmejorable para encarnar a los personajes. La sensibilidad con la que trata el tema de la tierra y la verosimilitud con la que adapta cada personaje son sorprendentes.
La estructura de la cinta dedica una sección a cada personaje principal. En ellas podemos ver a Paco, interpretado por Alfredo Landa, quien posee una habilidad especial para ayudar a cazar a su joven amo, el señorito Iván, interpretado por Juan Diego. Paco se arrastra por los suelos como un sabueso para olfatear pájaros muertos.
Francisco Rabal hace una interpretación increíble para encarnar a Azarías, quien prefiere los pájaros vivos y, de hecho, es adiestrador. Es el más ingenuo de todos, así como el más guarro y le tratan como un ser despreciable, marginado por los demás. Nieves, interpretada por Belén Ballesteros es la hija guapa que quiere viajar a la gran ciudad en busca de una educación, pero ha sido reclutada como una criada.
El actor Juan Sánchez es quien da vida a Quirce, el hijo todavía más decidido que su hermana Nieves a escapar de su destino. Su madre es Regula y la actriz que se pone en su piel es Terele Pávez. Ella cuida de una niña con problemas en el cerebro y trata de mantener a toda la familia unida con mano dura, aunque siempre que se acercan los señores no tarda en contestar que están allí para servir.
Hay que destacar la fidelidad del filme a la obra original. La presentación de todos estos personajes está meticulosamente cuidada para atrapar al espectador e ir conociéndolos uno a uno y poco a poco. Es curioso que tampoco incide demasiado en el pobre trato que reciben.
Un trabajo bien hecho
La construcción de la trama también está muy cuidada en esta novela. Es bastante menos predecible de cara al final que al comienzo. En un episodio se puede apreciar cómo la marquesa reparte monedas a los pobres campesinos para celebrar una de sus extrañas visitas. Aunque el contenido de la escena sea contrario, se le da la misma importancia que en el momento en el que el señorito Iván trata por todos los medios que Paco vaya con él a una cacería, a pesar de que éste tiene la pierna rota. No se cree la palabra de paco aún con la escayola en la pierna y eso que fue en una de las anteriores excursiones de caza con el señorito Iván cuando se lastimó.
Personalmente, creo que esta es una de esas obras que todo el mundo ha de leer. Es una novela histórica, aunque no cuente nada sobre transiciones políticas o hechos fundamentales para la evolución de España, narra cómo se vivía en una gran parte del país y cómo se trataban los unos a los otros. La historia se remonta a los sesenta, pero refleja un estilo de vida que se mantuvo desde mucho tiempo antes hasta nuestros días.
La narración y la profundidad de los personajes es única y, por lo que he hablado con familiares y amigos, esta obra suele suponer un antes y un después en la vida de todos los que la leen. Aunque a priori pueda parecer algo anticuado y lejos de nuestra sociedad, al fin y al cabo, trata relaciones interpersonales y todos podemos empatizar con una familia humilde y sus desgracias.